Numerosos expertos señalan que la razón de una próxima
crisis alimentaria no se halla únicamente en las sequías vividas en los últimos
once años. La especulación sobre los productos agrícolas, que denuncian
escritores e investigadores como Jean Ziegler o Lester Brown, ha adquirido un
gran peso en el discurso de quién es el responsable de la futura crisis
alimentaria.
La hambruna que vivió –y sigue viviendo- el cuerno de África
(Etiopía, Somalia y Kenia) desde 2011, tuvo como principal causa, según la ONU,
la sequía que asoló esa zona. Sin embargo, ONGs como Acción Contra el Hambre cuestionaron
en su día el razonamiento de la organización y señalaron, como principal
motivo, la especulación de multinacionales agrícolas sobre los precios de los
productos.
Un año después ONU advierte de una crisis alimentaria
mundial para el 2013 y el mismo razonamiento vuelve a surgir. La especulación
sobre materias primas asoma como argumento principal en las voces de
ecologistas y activistas. Para el escritor y presidente del centro de
investigación Earth en Washington, Lester Brown, “estamos ante el comienzo de
una interrupción del suministro de alimentos con una acometida de los
especuladores a fin de ‘apoderarse’ de millones de kilómetros cuadrados de
tierras agrícolas baratas, la duplicación de los precios internacionales de
alimentos en una década y la dramática disminución de las reservas alimentarias
de los países”.
Brown sostiene que el mundo está entrando en una nueva era,
caracterizada por el aumento de los precios de los alimentos y la aparición de
nuevas hambrunas. El ecologista norteamericano explica, en uno de sus últimos
libros, que la tierra se ha convertido en una mercancía más “mientras el mundo
pasa de una era de abundancia de los alimentos a una escasez”. Denomina al
fenómeno de la especulación alimentaria ‘geopolítica del alimento’ y señala que
éste esta sustituyendo poco a poco a la ‘geopolítica del petróleo’.
Carlos Gómez Gil, director del máster interuniversitario en
Cooperación al Desarrollo de la Universidad de Alicante, ha señalado
recientemente en un artículo publicado en Rebelión.org, aquello a lo que se
refería el escritor Lester Brown: la geopolítica del hambre. En el escrito, el
profesor ha denunciado la disminución de la ayuda al desarrollo, debido a los
recortes y ajustes procedentes de las políticas de austeridad de muchos
gobiernos; y a la conversión de los alimentos en un producto financiero
disponible para apostar en las bolsas del mundo.
Gómez Gil ha afirmado en la página web del medio alternativo
que el hambre que existe en el mundo “no es una cuestión divina como se nos ha
intentado vender”. Existen bastantes recursos para erradicar las hambrunas,
pero tales recursos están controlados por unas pocas multinacionales. Dichas
corporaciones fijan los precios y acumulan en sus manos grandes productos
agrícolas. El escritor ha citado como ejemplo las empresas Cargill, Bunge y
Archer, multinacionales norteamericanas que controlan el 90% del comercio
mundial de granos.
Un argumento parecido empleaba en su página web –www.accioncontraelhambre.org-,
el director de Acción Contra el Hambre, Oliver Longué, según el cual el
problema del hambre es una cuestión “no económica, sino política”. Para el director de la ONG, hoy en día se
produce el doble y por tanto existen recursos para solucionar el hambre.
En los medios de comunicación, la especulación de los
alimentos como una posible causa apenas se mencionó en las noticias que se
dieron acerca de la hambruna del Cuerno de África. Hubo excepciones, sin
embargo. Así, el periodista de Informe Semanal, Vicente Romero, citaba en su
reportaje que la mayor parte de las tierras de esta zona eran propiedad de grandes
multinacionales, que fijaban precios altos y dejaban a los pequeños
agricultores sin terreno para cultivar.
Estas mismas razones las han dado
activistas como Esther Vivas. La catalana, en un programa de televisión,
explicó que el 80% de la población del Cuerno de África vive de la agricultura,
y las tierras agrícolas pertenecen a grandes empresas. El pequeño agricultor no
puede acceder a ellas y, por tanto, no genera ingresos para comprar los
productos de estas grandes compañías.